Cuando yo cumplí los 5 años, en 1.953, mi hermana Carmen ya tenía 3 y tenía que comenzar la escuela, así que empezamos a ir juntos al colegio Nuestra Señora del Carmen, situado en la calle Cartagena. Hasta allí nos llevaba mi padre en una bicicleta que tenía detrás un canasto de madera para llevar frutas, donde nos sentábamos mi hermana y yo, dándonos los pies el uno al otro.
Dicho colegio era religioso y privado: recuerdo muy bien la entrada, ya que llamaba la atención por su aspecto parecido al de un convento: las paredes recubiertas de azulejos, todo rodeado de zócalos. El colegio no era muy grande, tenía una fachada sencilla de tres plantas, creo que tenía unas 8 ó 10 aulas aproximadamente. También tenía un patio amplio donde solíamos jugar.
El colegio era llevado por monjas, las cuales vivían en el último piso. Las aulas eran bien sencillas, todas ellas, cómo no, con un crucifijo en la pared. También había una pizarra negra, las mesas eran pupitres, la profesora estaba siempre sobre una tarima unos 30 cm. por encima del suelo.
La rutina diaria era rezar, aprender algo muy básico y salir a jugar al patio. También aprendíamos muchos cantos religiosos.
El colegio era mixto, pero estábamos separados dependiendo del género.
Hacíamos muchas excursiones: al monte, a la Fuensanta, al Valle… Pero nunca muy lejos. De dichas excursiones tengo un recuerdo del autobús. Yo era propenso a mareos y estaba deseando llegar al destino para que se me pasara.
El horario era como el de casi todos los colegios en los que he estado: mañanas de 9 a 12 y tardes de 3,30 a 5,30 aproximadamente. Yo nunca solía faltar, a no ser que estuviera enfermo.
Las vacaciones también coincidían con todos los colegios. Solían ser navidad, semana santa y verano, más o menos, como los colegios de hoy en día.
En el día de la madre normalmente hacíamos un postal de la inmaculada como regalo a las madres.
En general en este colegio también me encontraba muy a gusto, aunque las hermanas solían ser muy serias. A la que más recuerdo es a la hermana que llamábamos Belina (Humbelina), pues era muy estricta con los rezos y la asistencia a la capilla.
Como anécdota de este colegio diré que un día en que mi hermana no vino me senté en el portaequipajes de la bicicleta, con la mala suerte de que el pie se me coló entre los radios de la bici, lo pasé muy mal debido al dolor.
En las carmelitas estuve hasta los 7 años más o menos, que es la edad a la que permitían estar a los varones.