Llegué al colegio en 1.995, siendo directora del colegio y superiora de la comunidad de hermanas Hna. Josefina Díaz. Conviví con Hnas. Margarita Almansa, Cristina Cansino, Elena Arín, Adela Cuenca, Mª Carmen Alaminos , Cecilia Latorre, Josefina Báez, Mª Teresa Lozano, María Moreno, Mª Gracia Paniagua y Rosario Avalos. Luego llegaron Hnas. Inmaculada López, Maravillas Manzano y Rosalina Burillo.
Me he sentido muy a gusto en mi trabajo. No tenía horas para rezar ni para comer porque estaba mañana y tarde en la portería. A veces iba al gestor cuando salía a caminar. Al principio sustituia en párvulos cuando faltaba algún profesor.
Una experiencia que me marcó mucho fue cuando acompañé a Hna. Josefina Báez al médico, que no quería ir, pero yo le insistí, hasta que ella finalmente me pidió que la acompañara a Urgencias. Como yo me relacionaba mucho con los objetores de conciencia, teníamos 8 ó 10, le pedimos el favor a uno de ellos, que nos llevó en su coche a Urgencias del hospital Reina Sofía. La hermana se encontraba muy mal, yo La acompañé todo el tiempo y la cuidé en casa y cuando murió, ayudé a amortajarla.
He trabajado con gusto, me he dado lo que he podido a los demás. Muchas madres, padres y profesores se han desahogado conmigo y han encontrado una palabra de aliento, un consejo. Me gustaba tomar a los niños que llevaban sus madres en el cochecito, algunas de ellas entraban a la portería a dar el pecho a sus hijos.
Con las mujeres de limpieza me llevaba muy bien, ellas me trataban muy bien: en verano me traían horchata y en invierno café con leche.
Hubo un profesor, Don Manuel Muñoz Hidalgo, que tenía azúcar, organizaba grandes escenificaciones de los misterios cristianos y el día antes de las representaciones se ponía muy nervioso, yo le daba agua de azahar y eso le tranquilizaba mucho. A veces enviaba a un alumno para que le mandara “Agua de esa que ella me da”. También le ofrecía a las madres cuando llegaban con su hijo que se había caído. Tuvimos una niña que perdió el conocimiento. La llevé en brazos a la sala de profesores, le hice el boca a boca y se la llevaron corriendo al ambulatorio.
Una navidad iba a poner el belén y, al sacar las figuras, comprobé que había varias que estaban rotas, entonces llamé a algunas madres, las pintamos, pegamos y se quedaron muy bonitas. Aquel año nos dieron el primer premio en el concurso de belenes. Cuando llegaron los miembros del jurado a valorar el belén se quedaron sorprendidos de ver a D. Manuel remangado, lleno de polvo hasta arriba y se quedaron sorprendidos.